03 marzo 2007

No me van a cerrar el pico

No me van a cerrar el pico.
Lo cierto es que no tenía pensado contar mis desgracias y hacerlas públicas de una forma tan miserable como esta. Los blogs no son demasiado útiles en mi pueblo, pero al menos, me servirá para dejar atrás esa taquicardia que en los últimos días comienza a ser tan habitual. Mi sistema nervioso y digestivo no aguanta más... Y todo por un tipo que no merece ningún respeto.
La libertad de prensa, ese ideal del que ya no queda nada. Incluso aceptándolo desde antes de entrar a trabajar en un medio de comunicación (y un estudiante de periodismo ya no puede caer más bajo...). Todo tiene un límite. Y esa frontera se le llama "educación" y "sentido común".
"Sentido común" es lo que parece faltarle al último energúmeno al que me tengo que afrontar (y hablo en presente porque no me queda más remedio). Un tipo que no acepta críticas, que se cree el 'rey' de un vecindario al que ni siquiera pertenece (vive en otro bloque de viviendas), que se contradice en casi cada una de sus afirmaciones y que recurre a la vía telefónica (al acoso telefónico, a las llamadas a su domicilio particular) de la que firma esta entrada para asustarla. Cuando un buen día te llama un personajillo al que entrevistaste un mes antes, que juró hasta la saciedad que si "no le gustaba algo" del artículo regresaría a la redacción "para poner los puntos sobre las íes", todo cambia. De eso hace un mes. Treinta días desde que salió su réplica en el periódico porque no le gustaba la visión de un conflicto vecinal, de un grupo de jubilados y jubiladas (que es lo que son) a los que se les están a punto de caer las casas encima.
Un mes de visitas constantes a una de mis fuentes para criticar, insultar y manipular, para lograr que el vecindario le dé la razón aún sabiendo que no la tiene y para llamar "mentirosa" a la periodista a sus espaldas, delante del alcalde de mi "maravilloso" pueblo. Y la redactora sin poder defenderse porque desde hace un mes lo espera en el periódico local, que es donde trabaja (a dos manzanas de su casa) y donde este personajillo traidor tiene la obligación de volver porque "se siente insultado". Lo que le fastidia es que ha comprobado lo mal que suenan sus argumentos plasmados sobre el papel... Y comprobar que es un cobarde. Insultar a las personas a sus espaldas implica no tener agallas.
Creo que aquí también debo ser "políticamente correcta", a pesar de que ya he escrito más de lo que debería exponer aquí. Las palabras "duras" me las guardo para mí, no voy a participar en su juego. No pienso llamarle a casa como ha hecho él conmigo (para decirle que es "un mentiroso" y un "maleducado"). Y espero que no lo vuelva a hacer, o todas sus amenazas acabarán en el juzgado y en contra suya, por acoso. El código deontológico me ampara. Y el sentido común, también.

4 comentarios:

Cachovatio dijo...

¿A quién hay que dar una paliza? Porque en un par de horas me tienes en la puerta de tu casa con una garrota "recuerdo de Albacete"

Malabarista Lunar dijo...

Pues tengo su dirección y teléfono, pero no creo que la violencia solucione nada. Si ese tipo te ve aparecer con la garrota se va por patas...

Anónimo dijo...

Ese tipo es un capullo. No merece la pena que te amargue de este modo.
Acuérdate de lo que te dije de su número de teléfono, que me hace ilu.
Pues nada, eso, que no te angusties más de lo que toca.
Subnormales hay en todas partes.

Anónimo dijo...

Oye, pasa ahora mismo de ese tipejo, que no se merece ni que pienses en él.
Gente como esa se cansa cuando una deja de hacerle caso. No te preocupes y dedícate a cosas más importantes. Como dices, el tipo tiene todas las de perder.
Hay que ver en que follones nos meten a los periodistas, para esto no hay ninguna asignatura!!!
Besitos guapa.