30 octubre 2005

A vueltas con los Happenings

"Some of us were already
feeling the necessity to explore the art that lay between the
arts".

Dick Higgins,
prefacio a 'Four Suits'.



Happening’. Una nueva palabra que, desde hace un tiempo, todas aquellas personas que nos interesamos por la Cultura hemos tenido que integrar en nuestro vocabulario con independencia del lugar en el que vivamos. Una nueva forma de ver el teatro, combinado con la música, el arte (audiovisual, a poder ser) y la participación activa del público. Por fin ha llegado la globalización a la cultura, aunque con reparos.

Aunque esta forma de ver y comprender el arte parece que haya cobrado más fuerza en los últimos años (con la proliferación de bienales y nuevas salas de arte) no es, ni mucho menos, una invención de la nueva era –como siempre–. Y, si alguien opina lo contrario, que le eche una ojeada al libro Vuelta al día en ochenta mundos, de Julio Cortázar, en concreto el capítulo titulado ‘What happens, Minerva?’. Sobra decir que es recomendable su lectura, pues aporta una visión diferente y crítica a estos encuentros artísticos que empezaban a nacer en París en torno a la mitad del siglo pasado y que hoy ya se pueden encontrar en muchas localidades de la geografía española.

Destaca en estos eventos, además de un pulso a favor de la integración del público en las obras teatrales y en los conciertos, un interés por las “obras anónimas”, aquellas en las que cualquiera puede convertirse en un actor casi invisible de su propia creación artística. Así, cruzar la calle, leer en el metro, subir al autobús o ir a trabajar, si uno quiere y se conciencia de ello, puede ser un actor (en caso de no animarse a bailar o a cantar…). Una idea interesante y que va a ser fundamental para el progreso de este arte que permanece estancado a falta de una savia nueva a la que, paradójicamente, no permiten circular.

Voy a poner un ejemplo que ilustre la esencia de estos happenings: el alemán Paik compuso, en la década de los ’60, su obra Ómnibus Music No.1 con la intención de atacar desde dentro la monótona división ejecutantes-oyentes (escenario-platea) mediante el sistema opuesto. Es decir, en esta composición los sonidos ocurren en diferentes partes de un edificio y el público es el que ir de un lado a otro para escucharlos. Esta idea, lejos de quedar obsoleta, se volvió a repetir –hace apenas unos meses– en Alcoy. Fue criticada por mucha gente. Yo también lo hice en su momento por tener una ejecución horrenda y mal programada. De lo contrario, habría sido un éxito. Pero se presentó la paradoja que cabía esperar: el público permaneció estático, espantado ante una percepción del arte que hasta ahora nunca había barajado. Este interés por abolir la diferencia entre los actores y los espectadores no funcionó. Y seguirá sin hacerlo mientras la población no reciba una educación artística que vaya más allá del (mal) uso del compás en la escuela.

Hoy, ya es imposible afirmar lo mismo que Cortázar en su texto (“Se vive un decenio de sublevación individual cuyas formas más grotescas suelen ser los happenings de toda naturaleza”). Primero, porque no hay tal sublevación y parecemos borregos cada vez que acudimos al teatro o a un concierto. Segundo, porque muy pocos se atreven a hacerlo a causa de la escasez de ayudas institucionales. Sin embargo, una apuesta definitiva por la calidad y el empeño de los artistas –aliados con el público, eso sí– podrán implantar esta nueva forma de ver la Cultura como un ente único en el que se integre todo lo que el cerebro humano es capaz de crear con fines estéticos. Sólo habrá que darles una oportunidad.


“Not to PERFORM/SHOW/SAY/ACT/ETC, anything IN FRONT OF an audience un that nicely handsome middle distance that was and is usual in the field of the art (no so wide that people would have to think, and not so narrow that people be attacked: would have to or could react and in this way would get something), which is the reason for the fact that ART never is more than a pleasant ALIBI FOR THE PEOPLE (and alibi that expect to relieve from really thinking at all about THEIR OWN LIFE/CHANGING, VITALIZING it)”.
Thomas Schmidt,
Sensatiorum Maximinimum, en ‘Four Suits’. Something Else Press, New York, 1965, p.135,

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