01 noviembre 2005

Robots humanizados


Como una premonición cumplida, como una patada en toda la frente se nos presenta el universo de ‘Un mundo feliz’ de Aldous Huxley en la primera lectura. Un golpe que, sin embargo, deja un sabor dulce en el paladar y un atisbo de miedo en nuestra mente. ¿Cómo es posible que un escritor de principios del siglo XX, cuando la ciencia todavía comenzaba a desarrollarse tras años de estancamiento, pudo escribir esa novela tan real y terriblemente cierta en nuestra época?

Empezando por una clonación selectiva de los humanos, creando razas superiores e inferiores, ese temor que ahora planea sobre el ámbito de la investigación y del que ya han surgido rumores de diversas sectas de este planeta, Huxley ya nos introduce en un paisaje sombrío. Todo controlado y manipulado, resultado de un desarrollo sin límites de las investigaciones genéticas y técnicas. Humanos (máquinas) bajo el poder del soma, una droga infalible para someter y anular a las personas.

En esta novela de ciencia-ficción, el primer modelo de Ford T cambió la religión y adaptó las costumbres sociales para automatizar y controlar las mentes de millones de personas con actos que ahora nos parecen sacrilegios (como no saber quién fue Shakespeare), formateando y homogeneizando la cultura (en ello estamos). En definitiva, un paso más en los sistemas orgánicos de las teorías sociológicas y comunicativas que vienen apuntando nuestros pensadores contemporáneos: que la sociedad funcione como un todo orgánico. Sí, pero al servicio de un progreso que en este relato no equivale a un mayor bienestar.


Sin embargo, tampoco Huxley escapa de los parámetros novelísticos con ese personaje aislado que intenta adaptarse a su entorno pero que no puede. El “salvaje”, dicen, sólo porque no tiene las mismas costumbres que ellos. ¿No recuerda eso a otro fenómeno social tan presente en la actualidad: la inmigración? Este libro da extensas razones para luchar por una integración que sí es posible. Culturas diferentes es equivalente a diversidad. Huxley realiza un llamamiento al respeto y conocimiento de otras formas de vivir antes de opinar prematuramente. Ser salvaje es lo mismo que ser humano. La civilización nos lleva a la destrucción humana, a la suplantación de las personalidades, a la espiral del silencio que empuja a ocultar nuestra propia opinión para no “rebajarnos” ante nuestro interlocutor. ¿Esto es lo que realmente queremos? Cierto que no, pero sin lucha (ya decían los agoreros) acabaremos como los desgraciados personajes de ‘Un mundo feliz’.

UN MUNDO FELIZ
Aldous Huxley.

1969.
300 páginas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que Huxley, al igual que todos los escritores de ciencia ficción de los años 60-70, era ante todo catastrofista. Avisaba (influido por el trasfondo pesimista de la época) del riesgo de la tecnificación, y no albergaba ninguna esperanza en el futuro. Creo que más que Huxley, lo que debería atemorizarnos es Julio Verne, ése sí era un visionario.

Enhorabuena por la crítica del libro, me ha gustado.

Malabarista Lunar dijo...

Lo primero:Gracias, al menos veo que "alguien" me lee.
Y, segundo: Lo de Julio Verne es un caso a parte. Cierto, un visionario. Lo que ocurre es que me encanta justo ese punto catastrofista de Huxley.
Destructiva que es una...