20 mayo 2006

Un buen licor

Un buen licor, al igual que una buena novela, debe entrar en el cuerpo de la persona con suavidad para, luego, actuar, impactar y transformar su experiencia (sea sensorial o, simplemente, física). Un cambio en el lector que se perfila de forma semejante al de los personajes de ‘Detrás del hielo’, una evolución muy marcada, pero que sigue los parámetros de la vida diaria de cualquiera de nosotros, con sus altibajos, buenos momentos y recuerdos imborrables que conforman el carácter de cada ser humano. Recuerdos positivos y negativos que en esta novela se presentan con una normalidad sobrenatural, con la sencillez de las vidas de personajes anónimos que bien podrían ser nuestros vecinos.
La nueva obra de Marcos Ordóñez -viejo conocido de la esfera teatral española- se adentra en una república imaginaria (que no irreal) con tintes soviéticos, la de Moira, para hablar de Klara y sus relaciones con Oskar y Jan. Un trío unido por la amistad, por sus inquietudes culturales y políticas, pero también por un amor fundamentado en la perfección geométrica del triángulo. Tres personajes muy bien definidos, con una profundidad que sorprende –como en las buenas obras dramáticas- y, ante todo, con una evolución a marchas forzadas provocada por la llegada de un poder dictatorial. Situaciones extremas dejadas caer en la ciudad de Moira, algo más que un simple decorado en esta novela. Un elemento activo que será central en la progresión de los tres protagonistas y en el recuerdo, como aquellas ciudades que renacen de sus cenizas para no olvidar cuáles son nuestras raíces y por qué estamos aquí.

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