Si Leonardo Da Vinci levantara la cabeza... Se daría contra un muro formado por quinientas páginas vacías de contenido y de significado. ¿Un código? ¿Un enigma? Pues, oiga, yo aún los estoy buscando... Y no es por mi escasa destreza o falta de ingenio, es porque desde la tercera página ya sabía qué iba a pasar con sus protagonistas. Y a mitad de la novela ya hacía apuestas sobre el final de la historia. Lástima que las hiciera conmigo misma y que, tanto si ganaba como si perdía, me quedaba igual. Y lo digo ahora, bien alto (aunque ustedes no me oigan), ¡ya habría triunfado en la Quiniela, en la Primitiva y en el sorteo de la ONCE si hubiese apostado con tanta seguridad!
Me dicen: “No seas injusta con la novela, que está muy bien documentada”. Bueno, no lo discuto, cualquiera que tenga en sus manos un libro de arte y una guía de París también está bien documentado. Y que me expliquen a mí de qué me sirven tantos datos si en su ordenador pulsó “copiar” y “pegar” y su equipo los vomitó directamente sobre el manuscrito. “Pero las descripciones son realistas, parece que estés paseando por París”. Vale, ¿y qué pasa con Londres? Uich, a Dan Brown se le olvidó comprar la guía turística de esta ciudad neblinosa. “Pues eso, como siempre tiene niebla, a lo mejor ni se enteran de dónde están y pasa como verdadero”, debió pensar el ¿escritor?
Es una lástima que Dan Brown no se dedique a escribir guiones de filmes de misterio con escaso presupuesto, pues ‘El Código Da Vinci’ quedaría perfecto en la gran pantalla (o en nuestro televisor, pues a lo mejor no pasaba de ser una sit-com). “Sophie giró la cabeza y vió a su compañero”. ¿Y qué sintió? ¿Miedo? ¿Lástima? ¿Asco? Cualquiera de estos tres adjetivos servirían de acompañamiento pues no detalla nada más –nunca, en ninguna página del libro, y no pienso contar el final, que viene a ser por el estilo-. Así que el lector puede crear su propia historia a medida, un relato en el que los protagonistas se odien o se amen cuando resulta que sólo han compartido un café soluble en la sala de una biblioteca vacía. A esto se le llama interactividad y lo demás son tonterías. Así que ya lo sabe. ¡Lector, imagine lo que quiera! ¡Usted tiene el poder! La decisión está es sus manos... Yo no lo haría.
Duchess of Surrealism
22 de marzo de 2004
20 mayo 2006
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3 comentarios:
�Caray, que tia! diste en el clavo por completo. Eres casi una profeta jejeje.
Yo no llegu� mas all� de la pag. 40, casi me da un soponcio leyendo algo tan malo, por lo que la pelicula no va a salir a flote gracias a mi entrada, eso est� claro.
Pd. Me dejo algunos acentillos por poner, que luego no se entiende nada...
Pues yo no lo voy a hacer, me has convencido. Pero nadie va a evitar que vea la peli (cuando alguien la baje de Internet y me la pase, por supuesto), porque creo que así perderé menos el tiempo que si leo el librito.
A tomar por culo los códigos da vinciiiiiiii!
UNA NOTA: Yo no pienso ir a ver la película (después del soponcio de la lectura del libro), pero conozco a gente que sí la ha visto y me ha comentado que es ¡aburrida!. Increíble. En eso he fallado. Estaba convencidísima de que este argumento iba a funcionar muy bien en la pantalla y, por lo que se ha comprobado, no ha sido así.
Jo, un libro maldito.
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