03 febrero 2007

Sus maravillosas memorias

La fascinación por las biografías es algo que siempre me ha resultado ajeno. Unas historias pasadas por el tamiz de la imaginación de quien lo escribe, donde se borran capítulos oscuros, ridículos y humillantes del “gran personaje” del que se habla. Todo ello dirigido a exaltar su imagen, a convertirlo en un ser adorable y perfecto. Este método se eleva al cubo cuando ya se trata de una autobiografía. En la actualidad, todos son capaces de escribir autobiografías (como lo demostró hace unos años el éxito de ventas de un libro con sus páginas en blanco para que cada uno relatara su historia, a pesar de que siempre se quedaba la mitad o apenas empezado, escribir cansa, obliga a pensar). Nos acribillan a biografías que van desde estrellas porno hasta peluqueras con posado en Interviú, así que comprenderán mi excesivo escepticismo frente a este género más manipulado que las páginas de un periódico.

Sin embargo, desde que José Saramago anunció su intención de publicar un relato con sus recuerdos de niñez, con sus duros inicios (como casi los de cualquier persona de la época), los días parecían volverse ya interminables. ‘Las pequeñas memorias’ no es una autobiografía al uso y eso se observa desde las primeras páginas. Saramago no quiere contarlo todo porque desea convertirse en un personaje más de sus novelas. Contar su vida desplazada, dando forma a la imagen de uno de sus protagonistas humanos, sencillos y eternamente preocupados. Saramago no varía su estilo para hablar de él mismo, de lo que recuerda. Es capaz de dejar pasar toda una página hablando de sus problemas del lenguaje en los años de escuela, esos errores mínimos de pronunciación que a él le llevan a pensar que era (o es) disléxico. Se recrea. Y, aunque parece que no relate nada significativo, lo está haciendo. Está describiendo un personaje humano con más defectos que virtudes, con un pasado lleno de pasiones físicas que era imposible descubrir a través de cualquiera de sus novelas (el amor en sus libros es siempre irreal). Y todo ello sin abandonar su ironía fina y camuflada.

‘Las pequeñas memorias’ es un ejemplo de cómo cualquier escritor debería asimilar su pasado para contarlo a su público (siempre dispuesto a la carnaza). Obviando lo evidente, saboreando sus palabras, como si realmente recordara sus anécdotas mientras las relata, aunque detrás exista un trabajo de planificación minucioso. Entre esas curiosidades está el relato del funcionario borracho que incluyó el apodo de la familia (‘Saramago’) en la partida de nacimiento de este pobre niño que décadas más tarde llegaría a ganar su merecido premio Nobel de Literatura. “Suerte. Gran suerte la mía, fue que no naciera en alguna de las familias de Azinhaga que, en aquel tiempo y durante muchos años más, tuvieron que arrostrar los obscenios alias de Pichatada, Culoroto y Caralhada”, dice. Así no se vio obligado a buscar un seudónimo para escribir ya de adulto (eso mismo comenta) y presume de ser uno de los pocos hijos que le ha dado el nombre a su padre, ya que éste, humillado, debió añadir a su ‘de Sousa’ inicial el mote de ‘Saramago’ para evitar sospechas sobre la paternidad de la criatura.

Esta es sólo una de las llamativas anécdotas que relata, unas historias normales y cercanas dentro de sus límites. No escatima detalles, pero tampoco lo narra todo, no desea crear una historia lacrimógena y, además, es imposible recordar por completo la infancia cuando se tienen más de ochenta años. Cualquier otra promesa es una farsa. Lo que importa es que ‘Las pequeñas memorias’ ha abierto una nueva puerta a los lectores de José Saramago. El descubrimiento de una intimidad que apenas se observa en las páginas de sus novelas. Saramago ha bajado de su pedestal para demostrar que no es una máquina de crear libros, de que es y ha sido humano, como sus lectores. Y, también, ‘Las pequeñas memorias’ es casi un testamento, el reconocimiento tranquilo del inicio del fin de una vida, un trabajo de análisis y de perdón para no desaparecer sin dejar antes cada cosa en el lugar que le pertenece.
'Las pequeñas memorias'
José Saramago
Ed. Alfaguara
179 páginas
2007

No hay comentarios: