17 marzo 2006

El espejo y los fantasmas

“Necesita mis ojos mirándole. Me necesita para saber que está vivo”. Espiar puede tener sentido si se entremezcla en la trama neoyorquina en la que se está inmerso. La vigilancia, la observación, están ligadas en este libro a la comprensión de la literatura, tal y como explica Paul Auster con la expresión “los libros hay que leerlos tan pausadamente y cautelosamente como fueron escritos”. Una paciencia que Auster despliega en el segundo tomo de su ‘Trilogía de Nueva York’ con la literatura sencilla que le es característica.

El investigador anónimo investigado. Dos individuos frente a frente, sin apenas conocerse, vigilándose mutuamente hasta el infinito. Como mirarse en el espejo y quedarse así durante horas, esperando que alguien nos saque de este hipnosis. Un círculo vicioso sin sentido (si es que alguno lo tiene), pero que Auster teje para mantener atrapado al lector. Tras observar la estructura, la base argumental de la narración, no es extraño que la editorial Anagrama se haya animado a publicar en España (por fin) la versión ilustrada de estas tres geniales novelas. Un cómic rodeado de un aura positiva y con un mercado casi asegurado incluso antes de su lanzamiento (la novela policíaca sigue continúa su relación amorosa con la imagen).

Si ‘La ciudad de cristal’ describió el ocaso del hombre, la caída hasta el peldaño más bajo de la escalinata social, Paul Auster cita aquí, en 'Fantasmas', la telaraña de circunstancias y de coincidencias que marcan las relaciones personales en una megalópolis como Nueva York. Pero, dejando a un lado esta idea central, entre sus páginas vuelve a aparecer el escritor (el fantasma): “Escribir es una actividad solitaria. Se apodera de tu vida. En cierto sentido, un escritor no tiene vida propia. Incluso cuando está ahí, no está realmente ahí”. Una labor ardua y aislada que actúa a modo de imán entre los protagonistas de la narración (simples, primarios: Azul y Negro) para llevarlos de la mano hacia el conflicto inevitable. Sólo un puñetazo en ese espejo que les (nos) atrapa puede ser la solución.
'FANTASMAS'
Paul Auster
Editorial Anagrama.

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