26 marzo 2006

TOM CHAMBERS, el mago




“Mi trabajo explora el punto en el que los sueños se encuentran con la realidad. Los niños y los animales son utilizados simbólicamente para crear una situación surreal que retrata la vulnerabilidad humana. Uso imágenes conflictivas para crear escenarios improbables que ofrecen visiones del mundo visualmente provocadoras, pero imaginables. Mi trabajo sobrepone opuestos simbólicos como lo animal/lo humano, lo espiritual/lo sensual y lo natural/lo artificial. Las imágenes contrastantes sugieren una sensación de algo que no es evidente ni deducible. Creo que las imágenes mostradas a través del fotomontaje revelan una sabiduría natural que no ha sido filtrada por un proceso racional”.

Tom Chambers. Fotógrafo


FUENTE: Enfocarte


24 marzo 2006

Juan Gil-Albert y la ciudad de los símbolos

“La mirada recorre las calles como
páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su
discurso, y mientras crees que la visitas, no haces más que registrar los
nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus
partes”.

Italo Calvino
‘Las ciudades invisibles’
Existen ciudades, como Alcoy, que subsisten a base de símbolos culturales y de orgullo nacionalista. Existen fiestas, como la de Moros y Cristianos, que sobreviven a base de esfuerzo, pasión y conflictos. Han existido escritores, como Juan Gil-Albert, que siguen en la esfera poética gracias a su reflexión y a la actualidad de sus palabras. Así funciona desde siempre el mundo, con esferas que parecen no tener conexión alguna entre sí, pero que presentan puntos de apoyo que sustentan toda esta compleja estructura. Son sus símbolos, sus ideas, las marcas profundas que, lejos de ser evidentes, perduran en el interior de cada acto, de cada obra.

Relacionar sin tener en cuenta esta teoría a un poeta como Juan Gil-Albert y las fiestas de Moros y Cristianos sería imposible. Un literato que con sólo ocho años se marchó de Alcoy, manteniendo su unión con la ciudad a través de vínculos familiares, visitas esporádicas y conversaciones con otros personajes de la cultura local, muchos de ellos también emigrados. Apenas una fotografía del poeta vestido de marrakesch cuando era un niño es lo poco que queda de lo que se puede denominar la relación de Juan Gil-Albert con la Fiesta. Una imagen en la que aparece casi irreconocible, sobre todo para aquellos que sólo tenemos en la memoria el hombre de porte señorial y grandes gafas de sus últimos tiempos.

“Resulta difícil concebir a Juan Gil-Albert como alcoyano. Su aguda sensibilidad, su ahínco en la introspección (…) le convierten en la antípoda del tipo positivista y pragmático que es comúnmente el hombre alcoyano”, proclamaba el también escritor Adrián Miró
[1]. Sin embargo, rastreando en su vasta obra se pueden encontrar rasgos que permitan acercarnos al Gil-Albert interesado por las Fiestas de Moros y Cristianos. Éstos se encuentran en su trabajo periodístico o, mejor, aquellos relatos que publicó en algunos medios locales. ‘Fiestas en mi pueblo. Las vísperas’[2], en ‘El Noticiero Regional’ (periódico alcoyano de la época de la dictadura de Primo de Rivera), es uno de los ejemplos de las pinceladas festivas que podemos encontrar. Los Moros y Cristianos son sólo, según Adrián Miró, “un bastidor de fondo”, un punto de partida para su relato.

El bullicio de la ciudad los días anteriores a la fiesta, la llegada de las visitas, la compra-venta de mercancías y el espíritu animoso de los alcoyanos componen buena parte de este texto. “Toda la población se abría ya en las ansias de la fiesta. Tronaban las músicas por callejas escondidas y corría un tropel de críos sin escuelas, algunos con la jerarquía de la bufanda azul de los Hermanos Maristas”, dice Juan Gil-Albert en este artículo escrito cuando apenas tenía 25 años de edad. Pero los verdaderos rasgos ‘festeros’ se encuentran cuando el texto ya ha avanzado. Es entonces cuando se nos presenta un niño vestido de marrakesch, un pequeño que recuerda a la imagen de la instantánea que hoy se conserva en el Archivo de la Associació de Sant Jordi. Un aspecto que los niños que rodean al protagonista de esta escena envidian. Ellos también desean participar de forma activa en las fiestas. Ellos también quieren llevar “los largos flecos del fajón mozárabe” y mostrarlos a los alcoyanos que presenciarán el día de la Entrà. Sin embargo, el propio Juan Gil-Albert no recuerda haber participado de forma activa en ella. Al parecer, sus familiares se limitaron a vestirlo para la fotografía con un traje prestado por unos amigos. “En la época en la que se tomó la imagen, los Marrakesch estaban de moda, era una filá de reciente creación y compuesta, en su mayor parte, por burgueses”, asegura el historiador Adrián Espí. Una ‘comparsa’ (como llamaba el poeta a las ‘filaes’) con el suficiente dinero como para traer a la Entrà alcoyana los primeros camellos e incluso a un jinete árabe para protagonizar la Estafeta.

Pero Juan Gil-Albert profundiza un poco más en la estética de la Entrà a través del texto ‘Fiestas en mi pueblo. Las vísperas’. La admiración infantil hacia los signos de poder de los Moros y Cristianos se refleja en el atuendo de los Alcodianos, con sus plumas y colores llamativos. “Ya ves, Carlitos, las plumas de mamá, pues más grandes son todavía las que lleva en el casco el de ahí enfrente. Más grandes y todas blancas. ¡Más grandes que las de mamá!”. De nuevo, el símbolo de la ostentación, del poder y también de la diversión sin límites de los alcoyanos.


LA FIESTA Y EL DESEO

Más allá del papel que juegan las ‘filaes’ en su texto, mucho más lejos todavía de lo que pueden significar en la actualidad las veintiocho entidades que componen las fiestas de Moros y Cristianos, se encuentra la figura del Sant Jordiet. Sin él, uno de los principales factores de cohesión y de orgullo local, la trilogía festera no tendría sentido. Es por ello que dos de los personajes aparecidos en sus relatos publicados en prensa desean encarnar a este santo guerrero. “Yo, para salir, saldría de San Jorge, que no hay más que uno…”, avanza uno de los niños que observa las vestiduras moras en el relato ‘Fiestas en mi pueblo. Las vísperas’. El mismo Gil-Albert resaltó años más tarde que “antes de descubrir mi plasma absorbente, lo que yo había deseado ser era San Jorge, nuestro Santo Patrón, al que todas las primaveras le rendían honores”
[3].

La idea ser el protagonista indiscutible de la Fiesta, su principal símbolo, forma el hilo argumental de otro relato publicado años más tarde en la Revista de Moros y Cristianos. El artículo ‘Sant Jordiet’
[4], fechado en 1972, habla de la ilusión y el desencanto infantil, de la inocencia y también de la malicia. Este texto situado dentro del ciclo ‘El ocio y sus mitos’ es tal vez uno de los ejemplos más claros de la influencia de la Fiesta en la obra de Juan Gil-Albert, un oasis de igualdad social, pero también lleno de desengaños y de mentiras nada piadosas. “Existen seres nimios llamados a tener en nuestras vidas un papel más relevante de lo que a primera vista se alcanza a ver, aunque triste y despiadado”, un inicio que alerta del impacto traumático que le causó al protagonista del texto el no poder ser Sant Jordiet, el haber caído en las redes de una simple chiquillada cuando uno de sus amigos le dijo que él representaría este característico cargo. La ilusión de verse encima del caballo, lanzando flechas al aire, recibiendo los aplausos de los alcoyanos y los vítores. Un deseo hecho trizas que le perseguirá toda su vida, “porque había que darse cuenta de que aquel San Jorge, vivo y deslumbrador como un ángel, que dejábase ver por las calles alcoyanas, caminando sobre sus borceguíes de paloma torcaz, era un niño como nosotros, (…) la encarnación más lisonjera y feliz que habían contemplado mis ojos, un ser único y cautivador”.


LA CIUDAD EN EL RECUERDO

Los recuerdos de su infancia son los que le permitieron, años más tarde, escribir los dos relatos citados anteriormente. Unas escenas grabadas en su mente que, para el historiador Adrián Espí, eran “extrañas”, alejadas de la realidad de las fiestas de Moros y Cristianos, “Gil-Albert se aisló, venía muy poco por Alcoy”. El mismo poeta aseguraba que prefería recordar las sensaciones, los sonidos, los movimientos, de la Fiesta. De ahí la simbología que puebla los dos artículos relacionados con la festividad alcoyana. “Él no escuchaba la música, él veía ballets; Gil-Albert no observaba el paso de las escuadras, las relacionaba con los bailes rituales; así es como concebía esta tradición”, resalta Espí, uno de los afortunados estudiantes que pudo compartir con el poeta las tardes de tertulia que éste organizaba en su vivienda valenciana.

“No es fácil la autodefinición. Toda mi obra es una especie de autobiografía. Para hablar de los demás, de todo aquello que me rodea, parto de mí mismo. Es el único camino que conozco” [5], confesaba Juan Gil-Albert en una entrevista ofrecida en 1979 al periódico ‘Ciudad’ con motivo de la entrega de la Peladilla de Oro. El pasado y la experiencia del poeta marcada por el exilio se unieron en libros como ‘Concierto en Mi menor’ para relatar su peculiar Alcoy: “un pueblo moreno, amontonado, colgado en los barrancos y sobre el paisaje gozoso de sol”[6]. Lo mismo ocurrió con las escasas referencias a los Moros y Cristianos. Todo pasaba por el cedazo de su imaginación y de sus preferencias para mostrar lo que el poeta creía imprescindible para la ciudad: la cohesión y los vínculos de referencia entre sus ciudadanos y las tradiciones. Gil-Albert despreciaba la “monotonía” de las grandes urbes, por ello prefería tratar a Alcoy y la Fiesta como un grupo lleno de colorido y de matices.

Esta necesidad de un gran mito para aunar a la población alcoyana, de encontrar un representante, una historia, una leyenda de la ciudad se encontraba muy cerca. Para Juan Gil-Albert, este sentido estaba dentro de la figura del Sant Jordiet, una imagen que quedó impresa en la memoria del niño disfrazado de marrakesch. Ocho años de convivencia con la Fiesta (el mayor símbolo alcoyano) fueron suficientes para que el poeta la reinterpretara en sus textos, aunque utilizara sólo su estética y el propio recuerdo borroso e idealizado. Su limitada experiencia con los Moros y Cristianos debía quedar incorrupta, las señas de identidad que han construido esta ciudad debían mantenerse en la mente del escritor. Todo ello para poder seguir adelante. “Yo viajé lejos (…). Pero en cualquiera de esos escondrijos, a pleno aire, se me exigía saber quién era y de dónde vine, y era, entonces, cuando yo mismo, al sentirlo sonar, me estremecía: era de Alcoy (…). Mi vida se rehace hacia el pasado (…). Y la nostalgia es incurable”.

BIBLIOGRAFÍA

[1] MIRÓ, Adrián. Gil-Albert, desde Alcoy. Instituto de Cultura ‘Juan Gil-Albert’ y Ayuntamiento de Alcoy, 1994. Páginas 17, 29, 81, 84, 85 y 123.

[2] GIL-ALBERT, Juan. Fiestas en mi pueblo. Las vísperas. ‘El Noticiero Regional’. 22 de abril de 1928.
[3] GIL-ALBERT, Juan. Dos textos de Juan Gil-Albert. ‘Revista de las Fiestas de Moros y Cristianos de
Alcoy’. Año 1983.
[4] GIL-ALBERT, Juan. El ocio y sus mitos: Sant Jordiet. ‘Revista de Fiestas de Moros y Cristianos de
Alcoy’. Año 1972, página 81.

[5] ‘Juan Gil-Albert, Peladilla de Oro’. Publicado en ‘Ciudad de Alcoy’. 4 de enero de 1979.
[6] GIL-ALBERT, Juan. Concierto en Mi menor. Editorial ‘La caña gris’. 1964.

17 marzo 2006

Viajar perjudica seriamente nuestras cuentas corrientes


Romper con la rutina es bueno. Realizar un viaje relámago a otra ciudad, también.
Aunque los bolsillos tiemblen a estas alturas tras las estafadoras cafeterías (¡¡2 euros por un café!!) y las "visitas turísticas" que nos saquean los bolsillos, podemos confirmar que los cuatro periodistas en apuros que nos plantamos esta semana en Tarragona -intentando huir de las Fallas valencianas- hemos acabado satisfechos y satisfechas.
Es decir, sin ganas de viajar más de momento hasta que los jefes nos suban los sueldos de míseros becarios.
Todo queda dicho.
¿Alguna limosnita para superar la 'Cuesta de Fallas'?

El espejo y los fantasmas

“Necesita mis ojos mirándole. Me necesita para saber que está vivo”. Espiar puede tener sentido si se entremezcla en la trama neoyorquina en la que se está inmerso. La vigilancia, la observación, están ligadas en este libro a la comprensión de la literatura, tal y como explica Paul Auster con la expresión “los libros hay que leerlos tan pausadamente y cautelosamente como fueron escritos”. Una paciencia que Auster despliega en el segundo tomo de su ‘Trilogía de Nueva York’ con la literatura sencilla que le es característica.

El investigador anónimo investigado. Dos individuos frente a frente, sin apenas conocerse, vigilándose mutuamente hasta el infinito. Como mirarse en el espejo y quedarse así durante horas, esperando que alguien nos saque de este hipnosis. Un círculo vicioso sin sentido (si es que alguno lo tiene), pero que Auster teje para mantener atrapado al lector. Tras observar la estructura, la base argumental de la narración, no es extraño que la editorial Anagrama se haya animado a publicar en España (por fin) la versión ilustrada de estas tres geniales novelas. Un cómic rodeado de un aura positiva y con un mercado casi asegurado incluso antes de su lanzamiento (la novela policíaca sigue continúa su relación amorosa con la imagen).

Si ‘La ciudad de cristal’ describió el ocaso del hombre, la caída hasta el peldaño más bajo de la escalinata social, Paul Auster cita aquí, en 'Fantasmas', la telaraña de circunstancias y de coincidencias que marcan las relaciones personales en una megalópolis como Nueva York. Pero, dejando a un lado esta idea central, entre sus páginas vuelve a aparecer el escritor (el fantasma): “Escribir es una actividad solitaria. Se apodera de tu vida. En cierto sentido, un escritor no tiene vida propia. Incluso cuando está ahí, no está realmente ahí”. Una labor ardua y aislada que actúa a modo de imán entre los protagonistas de la narración (simples, primarios: Azul y Negro) para llevarlos de la mano hacia el conflicto inevitable. Sólo un puñetazo en ese espejo que les (nos) atrapa puede ser la solución.
'FANTASMAS'
Paul Auster
Editorial Anagrama.

11 marzo 2006

La escala de grises

El ambiente rural puede convertirse en el protagonista de una larga serie de novelas actuales, bien lo sabe el escritor Bernardo Atxaga. Si hace pocas semanas presentaba en esta columna el guión de ‘Obaba’ (basada en otra de las novelas de este vasco), la lectura incidental de este extenso relato tampoco podía faltar. ‘El hijo del acordeonista’ es la última historia que Atxaga ha publicado. No ha dejado a nadie indiferente, comenzando por el Premio de la Crítica y el Premio Euskadi de Plata. Y, por supuesto, tampoco a los lectores, que hemos encontrado en él a uno de los artistas del lenguaje sencillo del presente siglo.

Aunque “Obaba no existe” (Eduardo Haro Tecglen dixit), sigue siendo el centro del imaginario rural vasco, de las tradiciones, de la vida marcada por la dictadura de Franco en una de las comunidades autónomas (o naciones, ya que estamos metidos en polémicas políticas por la identidad) más fuertes. Atxaga narra en sus páginas, a través de la voz de un vasco exiliado en Estados Unidos, el drama de un pequeño pueblo dividido por las ideologías fascistas y nacionalistas, de familias rotas por los fusilamientos o por la sombra de la maldad. Personajes creados para criticar, pero también para mostrar a todos los que hemos nacido en otras zonas españolas la crisis que provocó la Administración de Franco durante sus últimos años en una de las zonas arrasadas por la guerra (la cercanía de Obaba con Guernica es significativa). La escala de grises que conforma la violencia, el odio y los intereses monetarios hacen de ‘El hijo del acordeonista’ uno de los libros de referencia de la literatura actual vasca, pero hay que ser fuerte y valiente para asumir alguna de las ideas y justificaciones que aparecen entre sus páginas.
'EL HIJO DEL ACORDEONISTA'
Bernardo Atxaga
Ed. Alfaguara
2003

La larga sombra del 'Cosmopolitan'

Miedo da observar de dónde proceden las citas de recomendación y alabanza que aparecen en las portadas de este libro: las revistas ‘Glamour’ y ‘Cosmopolitan’. Repito, miedo, pues no se caracterizan precisamente por su nivel intelectual. Las dos se han unido para resaltar la historia de “amor agridulce” que narra la joven escritora Cecilia Ahern (que ya tiene en su haber tres novelas a pesar de no haber cumplido los treinta años). Y, ¿por qué ese interés? Por su extraña semejanza con una serie televisiva americana titulada ‘Dawson crece’ que supuso un antes y un después en las producciones para adolescentes más o menos inteligentes.

La típica historia de amigos de la infancia que acaban enamorándose perdidamente el uno del otro pero que el destino y sus diferencias personales les separan de forma irremediable. ¿A que resulta un argumento conocido? La novedad aquí se presenta en el formato de la escritura, más adaptada para regresar a los seriales que tan famosos se hicieron con el nacimiento de los periódicos y que ahora podrían volver a nacer de la mano de la tecnología. De las notas escritas en clase entre estos dos amigos al e-mail. Y del e-mail, como es lógico, al chat. No, no son las extensas cartas o los inmensos diarios que se han hecho famosos a base de ingenio, son apenas tres líneas por mensaje que descolocan y facilitan que el lector pierda el hilo de la narración con una facilidad extrema. Es cierto, la historia resulta “agridulce” (como se empeña en resaltar ‘Cosmopolitan’, que parece no tener un vocabulario al lado y que puede repetir “sexy” y “guay” hasta la extenuación), pero ese sabor lo da el texto, no la vida de los personajes. Desde aquí hago un llamamiento a Ahern para reconocer que los e-mails pueden ser más largos y que un libro no es un ordenador. Todavía.
'DONDE TERMINA EL ARCO IRIS'
Cecelia Ahern
Editorial Vergara
2005

05 marzo 2006

+DRETS – IMPUNITAT I TOTA LA LLIBERTAT (*)

DIA 8 DE MARÇ, 'DIA INTERNACIONAL DE LA DONA'

Fa 20 anys que treballem a la comarca pels Drets de la Dona i ara hem de fer un repàs i veure de manera contrastada què hem aconseguit i què ens queda pendent.

Fa 20 anys demanàvem:
- El dret a un lloc de treball sense discriminacions en la formació professional, l'ocupació, la remuneració i la promoció i desaparició del treball domiciliari.


- La socialització del treball domèstic a través de serveis col·lectius, finançats amb fons públics i gestionats democràticament des de la base.

- Un ensenyament obligatori, públic, laic, gratuït, no autoritari.

- L'abolició de totes aquelles lleis que discriminaven la dona.

- El dret a la lliure disposició del propi cos.

I denunciàvem:
- La família patriarcal i autoritària.
- La doble moral.
- El mites de la virginitat i de la maternitat.
- La cosificació de la dona.

En aquests anys, amb la lluita feminista, hem aconseguit canvis importants en els drets, en la qualitat de vida i en les consciències. No obstant això, encara estem molt lluny d'una veritable igualtat i per tant la nostra lluita continua sent necessària. Per això continuem exigint:

- L'eradicació i el total rebuig cap a la violència masclista, que aquest any està sent especialment tràgica i ja hi ha hagut 17 dones assassinades.

- Volem acabar amb la desigualtat laboral. Són inacceptables les diferències salarials entre homes i dones. L'atur i la precarietat ens impedeix ser econòmicament independents i som les dones les primeres en ser acomiadades en els processos de deslocalització.

- Volem una millora de les pensions i condicions en què ens trobem les dones grans, especialment aquelles que som vídues o que ens trobem a soles.

- Reclamem el dret a la disposició del propi cos i a l'avortament lliure i gratuït sense que siga moneda de canvi en cap procés de negociació política.

- Denunciem l'especial marginació de les dones de l'àmbit rural.

- Denunciem la doble discriminació i la marginació de les dones migrades, amb una remuneració econòmica miserable. Exigim que tinguen accés a la regularització independent dels seus marits i pares i que es reguralitze la situació de totes les dones en situació irregular.

- Reclamem el dret a la filiació en les parelles lesbianes i la visibilitat de les lesbianes en tots els àmbits polítics, jurídics i socials.

- Quant a la llei de dependència, ha de ser l'Estat qui procure unes polítiques socials públiques, no privades, i adequades que oferisquen els recursos necessaris per a la gent dependent. Les dones no volem continuar exercint aquest paper. També la sanitat ha de ser pública i de qualitat.

- Volem l'accés real de les dones a l'àmbit públic, excessivament dominat encara pels homes.

- Volem una educació laica, coeducativa i gratuïta.

- Exigim valorar i quantificar dones als comptes nacionals dels treballs no assalariats que realitzem les dones.

- Exigim que les dones no estàndard no hagen de patir per la seva particular diferència.

- Denunciem la discriminació de les dones a les presons.

- Denunciem el tractament insuficient i estereotipat de la dona als mitjans de comunicació.

- Denunciem el cinisme de la nostra societat que discrimina i estigmatitza les treballadores sexuals.

- Denunciem molt especialment la situació que vivim les dones joves: som el grup socialment més precari i volem acabar amb la inestabilitat que ens priva de tirar endavant els postres projectes vitals. Només se'ns té presents com a ideal de consum de bellesa.

- I volem espais propis i autogestionats des d'on continuar la pràctica política de les dones.

"VISCA, VISCA, VISCA LA LLUITA FEMINISTA!!"


(*) Col·lectius '8 de març' i 'Dones'.